Siguiendo con nuestro especial sobre nutrición infantil y centrándonos en las legumbres, llegamos hoy al garbanzo. El garbanzo, es una leguminosa que lleva cultivándose hace miles de años en todo el mediterráneo y parte de Asia, y ha tenido una enorme importancia en la alimentación humana por su cultivo sencillo, su resistencia a la sequía y su riqueza en nutrientes.
Es el fruto del “Cicer arietinum” tiene forma redonda, con un pequeño pico. Tiene color marrón clarito y una piel bastante rugosa. Debe cocerse para su consumo aunque también puede consumirse en forma de harina en otras preparaciones menos extendidas en nuestro país pero igualmente deliciosas.
Tiene una gran riqueza en nutrientes. Por cada 100 gramos encontramos 20 de proteínas y 50 de hidratos. Además tiene fibra y grasas no saturadas, por lo que no aporta colesterol y además protege de sus efectos adversos. Tiene vitaminas del grupo B además de minerales como fósforo, calcio, zinc, hierro, potasio y magnesio.
Las proteínas que aporta, como en el resto de las legumbres habituales, no son completas, pero combinado con cereales, como arroz, se convierte en un plato completo que cubre todas las necesidades en este sentido, y además aporta energía y minerales.
El garbanzo es muy energético, pero al tener poca grasa, fibra y ser bajo en sodio es un alimento ideal para los niños, que pueden tomarlo completo hacia el año de edad, normalmente a partir de los diez meses, en puré o en croquetas, siendo interesante saber que alivia el estreñimiento. Al principio es mejor quitarle la piel para evitar excesivo peso para el intestino en la digestión, estando atentos a posibles reacciones alérgicas, que, aunque poco habituales, pueden producirse.
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