Recientemente me he encontrado con la cuestión de que se ofrezca a los niños en la guardería o la escuela infantil alimentos, especialmente chucherías, que los padres no quieren que sus hijos tomen.
Me quiero referir en primer lugar, obviamente, a las chucherías, pues son el “alimento” más controvertido y es habitual todavía llevarlas como regalo en los cumpleaños, pero también a otros productos que, por el motivo que sea, no siendo el niño alérgico o padecer algún problema de salud, los padres deciden libremente que sus hijos no coman.
La primera persona a la que le escuché hablar del tema era una madre que no quería que su hija comiera galletas con azúcar blanca, harina no integral o grasas hidrogenadas a pesar de que en la guardería insistían en que se les daban a todos los niños en la merienda.
Las chucherías, caramelos y otros dulces siguen siendo habituales en muchas casas y se acostumbra a llevar un paquetito al cole en los cumpleaños. Sin embargo cada vez hay una mayor conciencia de que no son muy buenos para la salud de los niños y son bastantes los padres que dejan de ofrecerlos.
La decisión debe ser de ellos y nadie debería juzgar a quien decida no incluir estos productos en la alimentación de su hijo, ni, por supuesto, dárselos a los niños sin que los padres lo sepan y den su permiso.
Si vamos un poco más allá, también existen razones para evitar la bollería industrial, los zumos de bote, los refrescos industriales y, en general, cualquier alimento que lleve azúcares o grasas hidrogenadas. La decisión, igual que con la cuestión de las chuches, debe ser de los padres.
Yo creo que en las escuelas infantiles y guarderías, así como posteriormente en las escuelas, debería evitarse el reparto de alimentos en los cumpleaños y, en lo posible, atender las decisiones sobre la alimentación de sus hijos que los padres quieran plantear.
Se trata de una costumbre bastante extendida. Cuando yo era niña era normal llevar una bolsa de caramelos y repartirla entre los niños. Nos hacía mucha ilusión. Pero es verdad que entonces el comer dulces no era algo tan habitual, formaba parte de la fiesta y tampoco se era tan consciente como ahora de los efectos adversos de los dulces industriales, sus conservantes y colorantes, o de lo que hace la misma azúcar en el organismo.
¿Como se podría plantear esta cuestión en un colegio? Para algunos será exagerado prohibirlo, pero para otros sería la manera más sencilla de evitar que el niño que no los come se sienta triste o los padres se encuentren con que se ofrecen alimentos a su hijo sin que ellos lo autoricen.
En la escuela infantil a la que yo llevaba a mi hijo no dejaban dar caramelos hasta los seis años, pero la alternativa no es que fuera muy buena, pues se repartían zumos de bote y bollos.
Pensemos lo que pensemos cada uno de esta decisión, lo que creo es que no tenemos derecho ni a juzgar ni a entrometernos, y hay que respetar la decisión de los padres sobre la alimentación de sus hijos, sobre todo si se plantean cuestiones saludables.
Se habla mucho de la educación personalizada, la atención individual, el respeto y la diferencia, pero a la hora de la verdad, en estas cuestiones queda mucho por avanzar. Para empezar creo que lo de repartir chucherías en el cole tiene que acabar.
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