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Cuando los hijos crecen



El padre tiene que mantener una relación cordial y de confianza con su hijo. De lo contrario, conforme vaya creciendo y sea más mayor, más incómodos se sentirán el uno con el otro y, por tanto, menos deseos tendrán de pasar tiempo juntos.



Son muchas las oportunidades que un padre tiene a lo largo del día para tratar a su hijo e interesarse y preocuparse por sus cosas. Tener la costumbre de mantener un rato de charla diaria con él y conversar mucho, es esencial para una buena relación.

En las conversaciones, se debe huir de los largos sermones y de palabrerías inútiles. Hay que aprovechar estos ratos de conversación para reforzar los aspectos positivos de su hijo y para corregir conductas no deseadas.

De la labor diaria de los padres dependerá su educación tanto presente como futura. Educar en valores haciendo de ellos personas responsables, ordenadas, trabajadores, alegres, educadas, solidarias, etc. es la obligación de padres responsables que ponen esfuerzo e interés en su labor diaria. Esta labor no es sencilla ni está exenta de complicaciones, pero es esencial para en un futuro no sorprendernos con hijos groseros, mentirosos, sin autocontrol y maleducados.

El padre y la madre deben estar de acuerdo en la forma de educar a sus hijos y en los valores que desean transmitirles. Los hijos necesitan que sean personas coherentes, que mantengan entre sí un acuerdo sobre la forma de criarlos y sobre las funciones que cada uno tiene que desempeñar en el hogar.

El padre ha de ser consciente de lo importante que es su papel en cuanto al desarrollo y maduración de la personalidad del niño. El papel del padre incluye tener una relación estrecha y amigable con su hijo, con el fin de poder ayudarle a madurar y a orientarlo en la vida, cubrir sus necesidades tanto materiales como afectivas, dedicarle tiempo y formar parte de su educación, así como apoyar y respetar a la madre en todo momento.

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